lunes, 10 de junio de 2013

LA GRIETA


Grietas paralelas

Ya nada sería igual en la vida de Mercedes. La traición impiadosa de la cual había sido víctima fue un trago por demás amargo, del que hubiera deseado eximirse. Tenía que decidir pronto qué haría.

Por la ventana divisó el bote amarrado al pequeño muelle. Si bien sus brazos nunca tuvieron la fuerza suficiente para manejar con destreza los remos, sintió que era su escapatoria más conveniente. Solo quería huir, necesitaba huir.

Corrió hacia el bote sin pensarlo dos veces. Arrojó en la cámara su pesado bolso, se arremangó, desajustó la soga y se sentó en su interior. Encajó los remos en las chumaceras y de a poco logró moverlos y avanzar.

Trataba de respirar profundamente para impulsarse mejor mientras la pequeña embarcación comenzaba a dibujar ondas sobre el agua sucia.

Detrás de sí, escuchó que la llamaban y se apuró a palanquear con frenesí. Conquistó algunos metros más, sin notar que su bolso se empapaba gradualmente. Sus esfuerzos parecían no dar resultado. La grieta se volvía más grande con cada avance y los zapatos de Mercedes se humedecieron. Los dedos helados del escalofrío la recorrieron y se hicieron cargo del control.

Miró hacia atrás por sobre su hombro y vio al vecino que corría gritándole “¡La quilla, la quilla!”, pero de nada le sirvió su advertencia: el bote se hundía inevitablemente y con él, sus sueños.


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